Los indígenas caían de rodillas al ver por primera
vez la imagen de la virgen de Guadalupe, produciendo conversiones al momento.
la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe está llena
de un simbolismo maravilloso, que tocó a fondo el corazón de los mexicanos,
pueblo profundamente dotado de sentido simbólico.
Por ejemplo, la Virgen aparece rodeada de nubes.
Ahora bien, a los seres que consideraban venidos de parte del Cielo, los
aborígenes mexicanos los figuraban surgidos “entre neblinas y nubes”. Así, cuando
en 1519 Moctezuma II recibió a Hernán Cortés, le dijo: “Mi corazón estaba mirando para los lugares de
donde habéis venido, salisteis de entre las nubes y las neblinas (...) a reinar
en estos reinos”. Similar saludo dieron los
sacerdotes aztecas a los primeros misioneros franciscanos, en 1524: “vinisteis por el mar entre las nubes y neblinas, y
Dios os envió entre nosotros por ojos, oídos y boca suya”. Por eso, viendo que en la tilma de Juan Diego
Nuestra Señora aparece cercada de nubes, los indios entendieron que venía del
Cielo; que en Ella se hacían visibles los “ojos, oídos y boca” de Dios; y que
venía para “reinar en estos reinos”.
● Esta deducción era reforzada por tres diseños: de
los rayos del sol que circundan a la Virgen como irradiados de Ella; de la luna
a sus pies; y de las estrellas en su manto y sobre su cabeza; que hicieron
entender a los indígenas que Ella es la Reina de todo el universo.
● El 12 de diciembre, día del solsticio de invierno
en México, era el día más importante en el calendario religioso azteca.
Celebraban al sol victorioso sobre las tinieblas. Y en la tilma, la Virgen
surge precisamente del sol... Asimismo los aztecas adoraban a la diosa luna,
Tezcatlipoca. Viendo a Nuestra Señora de Guadalupe pisando en la luna, entendieron
que ésta no es nada comparada con Ella. Más aún considerando que en los duelos
de guerra aztecas, el vencedor proclamaba su victoria pisando la cabeza del
vencido y manteniendo esa posición. La Virgen aparece así como la gran
vencedora de la idolatría.
● Pero, a diferencia de los horrendos dioses
aztecas, sus manos unidas en oración como suplicantes, y su ligera inclinación
de cabeza en señal de humildad, les hicieron comprender que Ella no es una
diosa, sino una maternal intercesora ante Alguien mucho mayor que Ella, el
verdadero Dios.
● Y como su rostro es de una adolescente
encantadoramente mestiza, es decir, posee un claro componente autóctono, los
indios se sintieron de inmediato connaturales con Ella.
● El vestido interno de la imagen, que asoma en las
mangas, es blanco, precisamente el color que usaban en México las doncellas.
Pero la túnica es rosada, color de las mujeres casadas. Mientras que la faja de
color lila, dibujada un poco encima de la cintura, así como la configuración
del vientre, dan a entender que se trata de una Mujer grávida
(embarazada). O sea, sus vestimentas simbolizan
simultáneamente a una esposa, Virgen y Madre.
Este conjunto de simbolismos cautivó de tal manera
a los indígenas, que provocó un movimiento de conversiones incontenible, sin
precedentes en la historia de la Iglesia.
Un sábado de 1531 a
principios de diciembre, un indio llamado Juan Diego, iba muy de madrugada del
pueblo en que residía a la ciudad de México a asistir a clase de catecismo y a
oír la Santa Misa.
Al llegar junto al cerro
llamado Tepeyac amanecía y escuchó que le llamaban de arriba del cerro
diciendo:
"Juanito, Juan
Dieguito". Él subió a
la cumbre y vio a una Señora de sobrehumana belleza, cuyo vestido era brillante
como el sol, la cual con palabras muy amables y atentas le dijo:
"Juanito: el
más pequeño de mis hijos, yo soy la siempre Virgen María, Madre del verdadero
Dios, por quien se vive. Deseo vivamente que se me construya aquí un templo,
para en él mostrar y prodigar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa a
todos los moradores de esta tierra y a todos los demás amadores míos que me
invoquen y en Mí confíen.
Vas donde el Señor Obispo
y le manifiestas que deseo un templo en este llano. "Anda y pon en ello
todo tu esfuerzo. Ten seguro que te agradeceré bien y te lo pagaré.
Vas a merecer que yo te
recompense el trabajo y fatiga con que procuras hacer lo que te
encomiendo".
Él se arrodilló y le
dijo: "Señora
mía, voy corriendo a cumplir lo que me has mandado. Yo soy tu humilde
siervo". Y se
fue de prisa a la ciudad y en derechura al Palacio del Obispo que era Fray Juan
de Zumárraga, religioso franciscano.
Cuando el obispo oyó lo
que le decía el indiecito Juan Diego, no le creó. Solamente le dijo: "Otro día vendrás y
te oiré despacio".
Juan Diego se volvió muy
triste porque no había logrado que se realizara su mensaje. Se fue derecho a la
cumbre del cerro y encontró allí a la Señora del Cielo que le estaba
aguardando. Al verla se arrodilló delante de Ella y le dijo:
"Señora, la más
pequeña de mis hijas, niña mía, expuse tu mensaje al Sr. Obispo, pero pareció
que no lo tuvo por cierto. Comprendí por la respuesta que me dio que pensó que
quizás que es una invención mía que Tú quieres que te hagan aquí un templo, y
que eso no es una orden tuya. Por lo cual te ruego que le encargues a alguno de
los principales que le lleve tu mensaje para que le crean, porque yo soy un
pobre hombrecillo, el último de todos. Perdóname que te cause esta gran
pesadumbre. Señora y Dueña Mía".
Ella le respondió: "Oye, hijo mío, el
más pequeñito, es preciso que tú mismo solicites y ayudes a que con tu
mediación se cumpla mi voluntad. Mucho te ruego, hijo mío, y aún te mando, que
otra vez vayas mañana a ver al Sr. Obispo. Dile que yo en persona, la siempre
Virgen María, Madre de Dios, te envía, para hacerle saber mi voluntad: que
deben hacer aquí el templo que les pido".
Pero al día siguiente el obispo tampoco le creyó a Juan Diego y le dijo que era
necesaria alguna señal maravillosa para que se pudiera creer que sí era cierto
que lo enviaba la misma Señora del Cielo. Y lo despidió.
Juan regresó a la colina,
dio el recado a María Santísima y ella prometió darle una señal al siguiente
día en la mañana. Pero Juan Diego no podía cumplir este encargo porque un tío
suyo, llamado Juan Bernardino había enfermado gravemente.
Dos días más tarde, el
día doce de diciembre, Juan Bernardino estaba moribundo y Juan Diego se
apresuró a traerle un sacerdote de Tlaltelolco. Llegó a la ladera del cerro y
optó ir por el lado oriente para evitar que la Virgen Santísima le viera pasar.
Primero quería atender a su tío. Con grande sorpresa la vio bajar y salir a su
encuentro.
Juan le dio su disculpa
por no haber venido el día anterior. Después de oír las palabras de Juan Diego,
ella le respondió: "Oye y
ten entendido, hijo mío el más pequeño, que es nada lo que te asusta y aflige.
No se turbe tu corazón, no temas esa ni ninguna otra enfermedad o angustia.
¿Acaso no estoy aquí yo, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No soy tu
salud? ¿Qué más te falta? No te aflija la enfermedad de tu tío, que no morirá
ahora de ella; está seguro de que ya sanó" Cuando Juan Diego oyó
estas palabras se sintió contento. Le rogó que le despachara a ver al Señor
Obispo para llevarle alguna señal y prueba a fin de que le creyera. Ella le
dijo: "Sube,
hijo mío el más pequeño, a la cumbre donde me viste y te di órdenes, hallarás
que hay diferentes flores; córtalas, recógelas y en seguida baja y tráelas a mi
presencia". Juan Diego
subió a la cumbre del cerro y se asombró muchísimo al ver tantas y exquisitas
rosas de castilla, siendo aquel un tiempo de mucho hielo en el que no aparece
rosa alguna por allí, y menos en esos pedregales. Llenó su poncho o larga ruana
blanca con todas aquellas bellísimas rosas y se presentó a la Señora del Cielo.
Ella le dijo:
"Hijo mío, esta es la prueba que llevarás de parte mía al Sr. Obispo. Te
considero mi embajador, muy digno de mi confianza. Ahora te ordeno que sólo
delante del Sr. Obispo despliegues tu manta y descubras lo que llevas. Contarás
todo lo que viste y admiraste para que puedas inducir al prelado, con objeto de
que se construya el templo que he pedido".
Juan Diego se puso en
camino, ya contento y seguro de salir bien. Al llegar a la presencia del obispo
le dijo:
"Señor, hice lo que
me mandaste hacer: Pedí a la Señora del Cielo una señal. Ella aceptó. Me
despachó a la cumbre del cerro y me mandó cortar allá unas rosas y me dijo que
te las trajera. Así lo hago, para que en ellas veas la señal que pides, y cumplas
su voluntad. Helas aquí". Desenvolvió luego su blanca manta, y así que se
esparcieron por el suelo todas las diferentes rosas de castilla, se dibujó en
ella y apareció de repente la preciosa imagen de la Virgen María, Madre de
Dios, tal cual se venera hoy en el templo de Guadalupe en Tepeyac. Luego que la
vieron, el Sr. Obispo y todos los que allí estaban se arrodillaron llenos de
admiración. El prelado desató del cuello de Juan Diego la manta en que se
dibujó y apareció la Señora del Cielo y la llevó con gran devoción al altar de
su capilla. Con lágrimas de tristeza oró y pidió perdón por no haber aceptado
antes el mandato de la Señora del Cielo.
Juan Diego pidió permiso
para ir a ver a su tío Bernardino que estaba muy grave. El Sr. Obispo le envió
un grupo de personas para acompañarlo. Al llegar vieron a su tío que estaba muy
contento y que nada le dolía. Y supieron que había quedado instantáneamente
curado en el momento en que la Santísima. Virgen dijo a Juan Diego: "No te aflijas por
la enfermedad de tu tío, que en este momento ha quedado sano".
La ciudad entera se
conmovió y venían a ver y admirar la devota imagen y a hacerle oración y le
pusieron por nombre la Virgen de Guadalupe, según el deseo de Nuestra Señora.
El señor Obispo trasladó
a la Iglesia Mayor la santa imagen de la amada Señora del Cielo. La ciudad
entera desfilaba a admirar y venerar la Sagrada Imagen, maravillados todos de
que hubiera aparecido por milagro divino; porque ninguna persona de este mundo
pintó su preciosa imagen.
(Hasta aquí el relato
indio del siglo XVI)
Un
hecho inexplicable:
(Tomado de “El Catolicismo” 25 de octubre de
1981)
Los asombrosos
descubrimientos que se han hecho acerca del cuadro de la Virgen de Guadalupe en
México, tienen pasmados a los eruditos. últimamente se ha formado una comisión
de científicos para investigar los fenómenos inexplicables de esta tela que
era la ruana o poncho del indio Juan Diego.
Lo primero que llama la
atención de los expertos textiles es que esta manta se haya podido conservar
durante siglos, expuesta al polvo, al calor y a la humedad, sin que se haya
deshilachado ni se haya desteñido su bella policromía. La pintura que cubre la
tela es otro misterio. El sabio alemán Kuhn, que es premio Nobel en Química,
ha estudiado esta pintura, y su respuesta dejó atónitos a los oyentes: “estos colorantes no son
ni minerales, ni vegetales, ni animales”.
Pero el sabio Callagan, de la NASA, de Estados Unidos la ha estudiado con aparatos de rayos infrarrojos y ha descubierto que la tela no tiene ningún engomado ni preservante, y que no se puede explicar cómo esas pinturas han resistido cuatro siglos en un lienzo tan ordinario.
Otro detalle: la imagen no tiene
pinceladas. La técnica empleada es desconocida en la historia de la pintura. Es
inusual, incomprensible e irrepetible.
La pupila de la
virgen: LO MAS INEXPLICABLE: Un famoso oculista,
Lauvvoignet, examinó con un poderoso lente la pupila de la Virgen, y observó
maravillado que en el iris se veía reflejada la imagen de un hombre.
Esto fue al principio de
una investigación que condujo a los más inesperados descubrimientos.
La digitalización consiste en que si se
fotografía la pupila de una persona, con una máquina poderosa y especial, en la
fotografía queda todo lo que esa persona está viendo en el momento de tomar la
foto.
El Dr.Tosnman, especializado
en digitalización, o sea en averiguar por medio de fotos lo que la persona está
viendo, le ha tomado fotografías a la pupila de la Virgen de Guadalupe. Las
amplía miles de veces, y logra captar detalles imposibles de ser captados a
simple vista. Y los detalles que aparecen en las fotografías de la Virgen de
Guadalupe son: un indio en el acto de desplegar su tilma ante un religioso. Un
franciscano en cuyo rostro se ve deslizarse una lágrima; un hombre con la mano
sobre la barba en señal de admiración; otro indio en actitud de rezar; unos
niños y varios religiosos franciscanos más. O sea todas las personas que según
la historia de la Virgen de Guadalupe escrita hace varios siglos, estaban
presentes en el momento en el que apareció la sagrada imagen.
Lo que es radicalmente
imposible es que en un espacio tan pequeño como la córnea de un ojo situado en
una imagen de tamaño natural, aun el más experto miniaturista lograra pintar
todas esas imágenes que ha sido necesario ampliar dos mil veces para poderlas
advertir.
Inexplicable! Fue lo que exclamaron los
expertos al conocer la respuesta del sabio alemán Kuhn cuando comprobó que los
colores de esta pintura de la Virgen de Guadalupe no eran ni minerales, ni
vegetales, ni animales.
Inexplicable! Exclamaron los sabios
norteamericanos Smith y Callagan al comprobar que esta pintura carece de
pinceladas y que esta tela que ha durado 500 años sin dañarse, no tiene ningún
preparativo que la conserve así.
Inexplicable radicalmente
inexplicable! Exclama el especialista Tonsman al referir en sus conferencias
que con su máquina fotográfica de “digitalización” ha logrado encontrar en las
pupilas de la Virgen de Guadalupe las imágenes de todas las personas que
estaban presentes el día de su aparición. Él no se cansa de repetir:
“¡Inexplicable. Totalmente inexplicable!”
FUENTES:
Padre Eliecer Salesman, Ejemplos marianos: 234 casos históricos
interesantes.
Padre Eliecer Salesman ,Vida de santos IV.
Cuatlaxupeh en
lengua Náhuatl indígena Azteca, significa:
« AQUELLA QUE
APLASTA LA CABEZA A LA SERPIENTE ».
Referencia a
María Santísima Nuestra Señora de Guadalupe, que ha vencido al maligno,
relatado en el Genesis 3,15.
Apariciones a San Juan Diego 09-12 de
diciembre de 1531,Ciudad de México.
Ante esto el Arzobispo-Virrey D. Juan Antonio Vizarrón, proclama el 26 de mayo de 1737 a Nuestra Señora de Guadalupe “Patrona de la capital de la Nueva España” y el 12 de diciembre como fiesta principal. La epidemia desapareció.
durante más de cuatro Siglos Madre y Maestra
en la fe de los pueblos de América.
asiste a sus gobernantes,
infunde nuevo celo a sus Prelados,
aumenta las virtudes en el clero;
y conserva siempre la fe en el pueblo.
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EL SÁBADO DÍA EN QUE ENTRÓ EN EL MUNDO LA PURA CRIATURA MÁS SANTA, PERFECTA Y AGRADABLE A LOS OJOS DE DIOS DE CUANTAS HA CREADO Y CREARÁ HASTA EL FIN DEL MUNDO NI POR SUS ETERNIDADES.
Ayate de la Virgen de Guadalupe
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