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viernes, 20 de noviembre de 2020

EL RECLAMO DE DIOS EN EL ADVIENTO


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DOMINGO 3 DE DICIEMBRE 2023, INICIO DEL ADVIENTO Y DEL AÑO LITÚRGICO 

(Fechas actualizadas)




ADVIENTO 2023


Desde: domingo 3 de Diciembre. Hasta: Sábado 24 de Diciembre.



ADVIENTO -- EN PREPARACIÓN PARA EL NACIMIENTO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO


TIEMPO DE ADVIENTO

 

Origen del adviento:

Adviento: del latín «adventum» que significa «venida».

 

SU NOMBRE. — «Se da el nombre de Adviento al tiempo destinado por la Iglesia para preparar a los fieles a la celebración de la fiesta de Navidad, aniversario del Nacimiento de Jesucristo. El misterio de este gran día merecía sin duda el honor de un preludio de oración y penitencia»:

 

Este tiempo de preparación, que sólo más tarde recibió el nombre de Adviento,  se guardaba desde el inicio de la  Santa Iglesia  Cristiana primitiva con ayunos, penitencias y oraciones.

 

El color litúrgico de este tiempo es el morado que significa penitencia.

 


AYUNO Y ABSTINENCIA : Domingo 3 de Diciembre. Hasta: Sábado 24 de diciembre.



NOTA: Los domingos y días festivos, el ayuno y abstinencia no es obligatorio.



Dar click en el siguiente título para más información sobre el ayuno:

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SI USTEDES ORAN Y AYUNAN CONSEGUIRÁN TODO CUANTO PIDAN


 



¿Cuándo empieza el Adviento?

 

El adviento comprende las cuatro semanas que preceden a  la Navidad.

 

AÑO LITÚRGICO creado por inspiración de Dios por la misma iglesia, se distribuye en festividades y ciclos: Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascua y Tiempo Ordinario.

 

El año litúrgico se inicia con el Adviento, que se compone de cuatro domingos antes del día de Navidad.

 Este  domingo de adviento puede ser, entre el 27 de noviembre y el 3 de diciembre, y con él se inicia también el año litúrgico.

 

El calendario civil fué creado basándose en el calendario litúrgico.

El año litúrgico y el año civil contienen 365 días cada uno. El año civil termina el 31 de diciembre y comienza el 1 de enero.

 El año litúrgico comienza el primer domingo de adviento y termina un día antes.

El primer domingo de adviento no tienen fecha fija, pues el año litúrgico solamente tienen algunas celebraciones apegadas al calendario civil pero otras celebraciones están más bien apegadas al calendario lunar como es el caso de la celebración de la Pascua. En otro caso la celebración de Navidad si tienen fecha fija y todos la conocemos. Navidad no es el 24 de diciembre sino el 25.

Navidad no es un día, es un tiempo y comienza el 25 de diciembre y termina un día antes de la fiesta del bautismo del Señor que tiene fecha movible porque se ajusta a la celebración de la Pascua.

La fiesta del Bautismo siempre será después del 6 de enero o de la fiesta de la Epifanía.






 

MÍSTICA DEL ADVIENTO

 

 

EL TRIPLE ADVENIMIENTO. —  El misterio del Advenimiento de Jesucristo es a la vez simple y triple. Simple, porque es el mismo Hijo de Dios el que viene; triple, porque viene en tres ocasiones y de tres maneras.

 

Advenimiento: venida solemne (majestuoso, importante, ceremonial).

 

En el primer Advenimiento, dice San Bernardo en el Sermón quinto sobre el Adviento, nuestro Señor viene en carne y debilidad; en el segundo viene en espíritu y poderío; en el tercero viene en gloria y majestad; el segundo Advenimiento(es el que estamos viviendo en estos momentos)  es el medio por el que se pasa del primero al tercero.

Este es el misterio del Adviento.

 

Oigamos ahora la explicación que Pedro de Blosio nos da de esta triple visita de Cristo, en su sermón tercero de Adviento:

“Hay tres Advenimientos del Señor, el primero en carne, el segundo al alma, el tercero en el día del juicio.

El primero ocurrió en medio de la noche, según la frase del Evangelio: Se oyó un clamor en medio de la noche: He aquí el Esposo. Este primer Advenimiento ya pasó: porque Cristo apareció en la tierra y convivió con los hombres.

 Ahora estamos en el segundo Advenimiento:

Pero con tal de que seamos dignos de que venga a nosotros; porque Él ha dicho que si le amamos, vendrá a nosotros y hará en nosotros su morada.

Por consiguiente, este Advenimiento no es para nosotros algo completamente seguro, porque ¿quién, sino solamente el Espíritu divino, conoce los que son suyos? Aquellos a quienes el ansia de las cosas celestiales saca fuera de sí mismos saben cuándo viene, pero no de dónde viene y a dónde va.

 

En cuanto al tercer advenimiento, es seguro que ha de ocurrir; pero muy incierto cuándo ocurrirá: puesto que no hay nada tan cierto como la muerte pero tampoco tan incierto como el día de la muerte.

En el preciso momento en que se hable de paz y seguridad, dice el Sabio, aparecerá repentinamente la muerte, como aparecen en el seno de la mujer los dolores del parto, y nadie podrá huir.

 

La primera venida fué, pues, humilde y oculta,

 La segunda misteriosa y llena de amor,

La tercera será resplandeciente y terrible.

 

En su primer Advenimiento Cristo fué injustamente juzgado por los hombres; en el segundo nos hace justos por la gracia; en el tercero juzgará en justicia a todo lo criado:

En el primer Advenimiento fué Cordero, en el último será León, en el segundo Amigo rebosante de ternura”.

 

 





COLOR MORADO: PENITENCIA

 

Por el color de duelo de que se cubre, la Santa Iglesia quiere hacer sensible a los ojos del pueblo la tristeza que embarga su corazón. Exceptuando las fiestas de los Santos, no usa más que el color violeta. Este duelo de la Iglesia indica claramente con cuánta verdad se asocia a los verdaderos Israelitas que esperaban al Mesías en la ceniza y el cilicio*, y lloraban la gloria eclipsada de Sión, y el “cetro arrebatado a Judá, hasta que venga el que ha de ser enviado, el que es el ansia de las naciones'.

 

Nota: Los israelitas esperaban la venida de Dios como rey  y que derrotaría a los romanos, implantando su Reino, eso fue así pero no en el tiempo ni en la forma en que ellos lo esperaban.

El Reino de nuestro señor Jesucristo en la tierra, es espiritual.

El Reinado de nuestro señor  Jesucristo, no solo fue sobre Roma, sino sobre todo el mundo, como  hoy podemos ver, la sede de San Pedro se encuentra en Roma.

 

 


 

PRÁCTICA DEL ADVIENTO

 

VIGILANCIA. — El segundo  Santo Concilio de Tours, celebrado en 567, obligaba a los monjes a ayunar desde principios del mes de diciembre hasta Navidad. Esta práctica penitencial se extendió pronto a toda la cuarentena, obligatoria también para los fieles.

 

“En este Segundo Concilio de Tours, se decretó que las puertas del santuario debían permanecer abiertas para que los fieles pudieran, en cualquier momento, ir al altar a rezar (canon IV). Los  obispos que estuvieran  casados antes de consagrarse debían tratar a su esposa como una hermana (canon XII), Si un monje se casaba o tenía familiaridad con una mujer, debía ser excomulgado de la iglesia hasta que regresara penitente al recinto del monasterio y luego se sometiera a un período de penitencia (canon XV)”.

 

Si nuestra Madre, la Santa Iglesia, pasa el tiempo del Adviento ocupada en esta solemne preparación al triple Advenimiento de Jesucristo; si, como las vírgenes prudentes, permanece con la lámpara encendida para la llegada del Esposo; nosotros, que somos sus miembros e hijos, debemos participar de los sentimientos que la animan y hacer nuestra esta advertencia del Salvador:

“Cíñase vuestra cintura como la de los peregrinos; brillen en vuestras manos antorchas encendidas; y vosotros sed semejantes a los criados que están en espera de su amo'”.

 

En efecto, la suerte de la Iglesia es también la nuestra; cada una de nuestras almas es objeto, por parte de Dios, de una misericordia y de una providencia semejantes a las que emplea con la misma Iglesia.

 

 Si ella es el templo de Dios, es porque se compone de piedras vivas; si es la Esposa, es porque está formada por todas las almas invitadas a la unión eterna con El.

Si es cierto que está escrito que el Salvador conquistó a la Iglesia con su sangre, cada uno de nosotros hablando de sí mismo puede decir como San Pablo: Cristo me amó y se entregó por mí. Siendo, pues, idéntica nuestra suerte, debemos esforzarnos, durante el Adviento, en asimilar los sentimientos de preparación que vemos embargan a la Iglesia.

 

 


 

ORACIÓN. — En primer lugar, es un deber nuestro el unirnos a los Santos del Antiguo Testamento para pedir la venida del Mesías y pagar así la deuda que toda la humanidad tiene contraída con la misericordia divina. Para animarnos a cumplir con este deber, representados por las cuatro semanas del Adviento.

 

 Nuestro corazón debe sentir con la mayor viveza el agradecimiento que debe a Aquel que salvó a su criatura de la muerte y que bajó hasta nosotros para ver más de cerca y compartir todas nuestras miserias, fuera del pecado.

 

Debe clamar con acentos de angustia y de confianza, hacia Aquel que se dignó salvar la obra de sus manos, pero que quiere también que el hombre pida e implore por su salvación.

 

 Que nuestros deseos y nuestra esperanza se dilaten, pues, con estas ardientes súplicas de los antiguos Profetas que la Iglesia pone en nuestros labios en estos días de espera; abramos nuestros corazones hasta en sus últimos repliegues a los sentimientos que ellos expresan.

 

 


 

EL OBJETIVO DE DIOS EN EL ADVIENTO (VENIDA)

ES  RECLAMAR SU OBRA,

SU IMAGEN Y SEMEJANZA EN EL HOMBRE,

TAL Y COMO ÉL LO CREO,

Y

AYUDA AL HOMBRE A RECUPERAR ESTA  GRACIA DE SU CREACIÓN,

 EN EL TIEMPO DE ADVIENTO, NACIENDO EN LOS CORAZONES

DE LOS QUE SE PREPARAN PARA RECIBIRLO

CON ORACIÓN, PENITENCIA, AYUNO.

 

Cumplido este primer deber (oraciones, ayunos y penitencias), pensaremos en el Advenimiento que el Salvador quiere hacer en nuestro corazón:

Advenimiento, como hemos visto, lleno de dulzura y de misterio, y que es consecuencia del primero, puesto que el Buen Pastor no viene solamente a visitar a su rebaño en general, sino que extiende sus cuidados a cada una de sus ovejas, aun a la centésima que se había extraviado.

 

Ahora bien, para captar todo este inefable misterio, es necesario tener presente que así como no podemos ser agradables a nuestro Padre celestial sino en la medida que ve en nosotros a Jesucristo, su Hijo, este divino Salvador tan bondadoso se digna venir a cada uno de nosotros para transformarnos en El, si lo consentimos, de suerte que no vivamos ya nuestra vida sino la suya.

 

 Este es el objetivo del Cristianismo, la divinización del hombre por Jesucristo: tal es la tarea sublime impuesta a la Iglesia. Con S. Pablo dice Ella a los fieles: “Vosotros sois mis hijitos; pues os doy un nuevo nacimiento para que Jesucristo se forme en vosotros”.

 


Pero, lo mismo que al aparecer en este mundo, el divino Salvador se mostró primeramente bajo la forma de un débil niño, antes de llegar a la plenitud de la edad perfecta necesaria para que nada faltase a su sacrificio, del mismo modo tratará de desarrollarse en nosotros.

 

Ahora bien, es precisamente en la fiesta de Navidad cuando quiere nacer en las almas y cuando derrama sobre su Iglesia una gracia de Nacimiento, a la cual todos no son ciertamente fieles.

 

Porque mirad la situación de las almas a la llegada de esta inefable fiesta. Las unas, el número más reducido, viven plenamente de la vida de Jesucristo que está en ellas y aspiran continuamente a crecer en esta vida. Las otras, en mayor número, están vivas ciertamente, por la presencia de Cristo, pero enfermas y endebles por no desear el aumento de esta vida divina; porque su amor se ha resfriado.

 

Los demás hombres no gozan de esta vida, están muertos; porque Cristo dijo: Yo soy la vida.

 

Ahora bien, durante los días de Adviento pasa llamando a la puerta de todas estas almas, bien sea de una manera sensible, o bien de una manera velada. Les pregunta si tienen sitio para El, para que pueda nacer en ellas. Y, aunque la posada que reclama sea suya, porque El la construyó y la conserva, se queja de que los suyos no le quisieron recibir al menos la mayoría de ellos.

 

 

“Por lo que toca a aquellos que le recibieron, les dió poder para hacerse hijos de Dios y no hijos de la carne o de la sangre”.

 

Preparaos, por tanto, vosotras, almas fieles, que le guardáis dentro de vosotras como un preciado tesoro y que desde tiempo atrás no tenéis otra vida que su vida, otro corazón que su corazón, otras obras que sus obras, preparaos a verle nacer en vosotras más hermoso, más radiante y más poderoso que hasta ahora lo habíais conocido.

 


Tratad de descubrir en las frases de la santa Liturgia esas palabras misteriosas que hablan a vuestro corazón y encantan al del Esposo.

 

Ensanchad vuestras puertas para recibirle nuevamente, vosotras que le tenéis ya dentro pero sin conocerle; que le poseéis pero sin gozarle. Ahora vuelve a venir con renovada ternura; ha olvidado vuestros desdenes; quiere renovarlo todo. Haced sitio al divino Infante; porque querrá crecer en vosotras.

 

Se aproxima el momento:

 

Despiértese, pues, vuestro corazón; cantad y estad alerta, no os vaya a encontrar dormidas a su paso. Las palabras de la Liturgia son también para vosotras; hablan de tinieblas que sólo Dios puede deshacer, de heridas que sólo su bondad puede curar, de enfermedades que únicamente pueden sanar por su virtud.

 

Y vosotros, cristianos, para quienes la buena nueva es como si no existiera, porque vuestros corazones están muertos por el pecado, bien se trate de una muerte que os aprisiona en sus cadenas desde hace mucho tiempo, o bien de heridas recientes:

 he aquí que se acerca el que es la vida.

 

“¿Por qué habréis de preferir la muerte?

 

Él no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva'”. La gran fiesta de su Nacimiento será un día de universal misericordia para todos los que quieran recibirle.

Estos volverán con El a la vida; desaparecerá toda su vida anterior, y la gracia superabundará allí donde la iniquidad había abundado.

 

Y si la ternura y suavidad de este misterioso Advenimiento no te seduce, porque tu recargado corazón no es capaz todavía de experimentar confianza, porque, después de haber sorbido la iniquidad como el agua, no sabes lo que es aspirar por amor a las caricias de un Padre cuyas llamadas has despreciado:

Entonces debes pensar en ese otro Advenimiento terrorífico que ha de seguir al que se realiza silenciosamente en las almas.

Escucha los crujidos del Universo ante la proximidad del Juez terrible; contempla los cielos huyendo ante tu vista, desplegándose como un libroaguanta, si puedes, su aspecto, su mirada deslumbrante; mira sin estremecerte la espada de dos filos que sale de su boca; escucha, por fin, esos gritos lastimeros:

 

 ¡Oh montes, caed sobre nosotros, oh rocas, cubridnos, apartadnos de su vista amenazadora! Estos gritos son los que lanzarán en vano aquellas desgraciadas almas que no quisieron conocer el tiempo de su visita por haber cerrado su corazón al Hombre-Dios que lloró sobre ellas, ¡tanto las amaba! bajarán ahora vivas al fuego eterno, cuyas llamas son tan ardientes que devoran los frutos de la tierra y los más ocultos fundamentos de las montañas.

 

Allí es donde roe el gusano eterno de un pesar que no muere nunca.

 

Aquellos, pues, que no se conmueven ante la dulce noticia de la próxima venida del celestial Médico, del Pastor que generosamente da la vida por sus ovejas, mediten durante el Adviento en el tremendo pero innegable misterio de la Redención humana, inutilizada por la repulsa que de ella hace con frecuencia el hombre.

 

Calculen sus fuerzas y, si desprecian al Infante que va a nacer’, consideren si serán capaces de luchar con el Dios fuerte el día que venga, no a salvar, sino a juzgar. Y para conocer mejor a este Juez, ante cuya presencia temblará todo el mundo, pregunten a la Santa Liturgia; allí aprenderán a temerle.


 

Por lo demás, este temor no es sólo propio de los pecadores, es un sentimiento que debe experimentar todo cristiano.

El temor, si va solo, hace esclavos; si le acompaña el amor, dice bien del hijo culpable que busca el perdón de su irritado padre; aun cuando el amor lo arroje fuera, a veces reaparece como un rayo pasajero, para conmover felizmente el corazón del alma fiel hasta sus más íntimos fundamentos.

 Entonces siente revivir en sí el recuerdo de su miseria y de la gratuita misericordia del Esposo.

 

Nadie, por tanto, debe dispensarse, en este santo tiempo de Adviento, de asociarse a estos santos temores de la Iglesia, quien por muy amada que sea, exclama con frecuencia en su Liturgia: ¡Atraviesa, Señor, mi carne con el aguijón de tu temor! Pero sobre todo será útil esta parte de la Liturgia, a los que comienzan a darse al servicio divino.

 

De todo esto se puede sacar en consecuencia, que el Adviento es un tiempo dedicado principalmente a los ejercicios de la Vía purgativa; esto significa bien aquella frase de San Juan Bautista, que la Iglesia repite con tanta frecuencia durante este santo tiempo:

¡Preparad los caminos del Señor!

 

Que cada uno de nosotros trabaje, pues, seriamente en allanar el camino por donde ha de entrar Cristo en su alma.

 Los justos, siguiendo la doctrina del Apóstol, olviden lo que han hecho en el pasado y trabajen con nuevos ánimos.

Apresúrense los pecadores a romper los lazos que los cautivan, las costumbres que los dominan; mortifiquen la carne, comenzando el duro trabajo de sujeción al espíritu; oren sobre todo con la Iglesia; de esta manera, cuando venga el Señor, tendrán derecho a esperar que no pase de largo por su puerta, sino que entre; puesto que ha dicho, dirigiéndose a todos: “He aquí que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abriere, entraré en su casa.”


 

Fuente: Año Litúrgico – Siervo de Dios, Dom Prospero Gueranger, Abad de Solesmes (priorato benedictino de Solesmes)

 

 


 

 

*CILICIO: Instrumento utilizado para hacer penitencia castigando el cuerpo, existen diversos tipos de cilicio, los más conocidos o  usados son el cinturón de espinas, o la vestimenta de cilicio: tela áspera.

También existen otros muchos tipos de penitencia, como la oración, el ayuno, abstinencias, mortificaciones, peregrinaciones, trabajos, esfuerzos, renuncias, aceptación de humillaciones, servicios, donaciones, vigilias, flagelos, dormir en el suelo, dormir en tabla, dormir sin almohada, dormir con almohada de tabla o tronco, u otros, etc.














Dom Guéranger,
paladín de la liturgia romana
Prosper-Louis-Pascal Guéranger

Defensor de la Iglesia Romana,
Restaurador de la liturgia romana.



En 1860, durante una investigación llevada a cabo por la Santa Sede para encontrar el mejor modo de condenar los "errores modernos" y en especial el liberalismo político, el abad Guéranger envió una respuesta que, entre otras de importantes eclesiásticos de Francia y de Bélgica, fue la base de una primera lista de errores, lista que luego se convertiría en el Syllabus.1​

Entre sus escritos más importantes cabe recordar Instituciones litúrgicas (1840-1851) y El año litúrgico (1841-1866).

Dom Guéranger tenía un amor especial por el papado. Su Mémoire sur l'Immaculée Conception atrajo sobre sí la atención de Pío IX, quien le pidió que colaborara en la preparación de su dogma mariano, proclamado el 8 de diciembre de 1854. En 1870, durante el Concilio Vaticano I, expuso en La monarchie pontificale el apoyo de la tradición a la infalibilidad del Pontífice romano.

Su devoción hacia el Sagrado Corazón era muy intensa. Lo considera el mejor remedio contra el jansenismo. Es una de las razones por las cuales se interesa por Santa Gertrudis y por los místicos.

A partir de 1862, Dom Guéranger tomó la iniciativa de impulsar a varios de sus discípulos en la búsqueda de las fuentes de los cantos litúrgicos de la Iglesia, poniendo así a Solesmes en el camino que conducirá a la restauración del canto gregoriano y a la edición de su repertorio.

Murió el 30 de enero de 1875, a la edad de 69 años. Su cuerpo está sepultado en la cripta de nuestra iglesia abacial, mientras que su corazón reposa en el santuario de la iglesia de Saint-Cécile de Solesmes.




















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