Cuando los primeros evangelizadores civilizadores llegaron a Europa
en los primeros siglos, IV Y VI,
se encontraron con las costumbres paganas de los germanos (Alemania) que tenían
por dios al sol, y llegado el terrible invierno, entre el gélido frío y la
oscuridad de diciembre solían recolectar ramas y hojas verdes, formaban con
ellas un circulo representando el renacer de la naturaleza que tendría lugar
durante el invierno y la posterior primavera, en el círculo colocaban varias
velas para representar el fuego del dios y se las ofrecían en homenaje a su
dios el sol, pidiéndole que regresara con su luz y calor en las fechas más
frías y oscuras del año y poner fin al duro invierno.
El cristianismo que respeta la libertad y que nada impone, decidieron utilizar este rito y adaptarlo de tal forma que se pudiera comprender de manera simbólica, la fe y el significado de la Navidad, el nacimiento del Verdadero Dios.
El hombre fue creado para adorar y servir a Dios, por eso el hombre que no cree en Dios siente la necesidad de creer en algo, aquellas costumbres paganas y primitivas contenían una semilla de verdad que ahora podía expresar la verdad suprema: Jesús es la luz que ha venido, que está con nosotros y que vendrá con gloria. Las velas anticipan la venida de la luz en la Navidad: Jesucristo.
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La existencia de Dios es lo que se llama «una verdad innata», es decir, una de aquellas luces de origen divino que brilla en nosotros a pesar nuestro, que está en el fondo de nuestra conciencia, incrustada en las profundidades de nuestra alma, como un diamante que brilla con oculto esplendor. Nadie puede arrancárnosla, porque nos ha sido clavada allí por el mismo Dios.
Pueden cubrirse el diamante y sus reflejos; puede dejar de mirarse, puedese olvidarlo por algún tiempo; se puede negarlo con palabras; pero creemos en el a pesar nuestro, y la conciencia no cesa de proclamarlo.
Los impíos que se burlan del infierno, le tienen en el fondo un terrible miedo. Miéntense a sí mismos, y mienten a los demás, aquellos que dicen estar convencidos de que no hay Dios, no hay infierno. Es un deseo impío del corazón, más bien que una convicción racional del entendimiento.
No, el hombre no ha inventado a Dios: no lo ha inventado ni podido inventar.
(Tomado de Monseñor De Ségur)
Lo malo de que los hombres hayan dejado de creer en Dios no es que ya no crean en nada, sino que están dispuestos a creer en todo.
(Gilbert Keith Chesterton)
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💫💫💫La Corona De adviento Es el primer anuncio de Navidad.💫💫💫
Los cristianos supieron apreciar la enseñanza de
Jesús:
Juan 8,12: «Yo
soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que
tendrá la luz de la vida.».
La luz que prendemos en la oscuridad del invierno nos
recuerda a Cristo que vence la oscuridad. Nosotros, unidos a Jesús, también
somos luz:
Mateo 5,14
«Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la
cima de un monte.”
Así, la luz de las velas pasó a representar la
iluminación y salvación que Jesús trajo al mundo con su nacimiento, y el
círculo el eterno perdón de Dios. Incluso se mantuvieron muchos de los
elementos tomados del mundo natural: las ramas y hojas verdes (el color propio
de la esperanza) y las manzanas (que pasaron a simbolizar la historia de Adán y
Eva).
SU SIGNIFICADO
Las ramas verdes simbolizan, por su color, la
esperanza que debemos tener en la venida del Señor.
Las cuatro velas, encendidas una a una cada domingo de
Adviento hasta llegar a la Navidad, simbolizan la luz de la fe, que se llena de
alegría con la llegada del Señor.
Los colores de las velas hacen referencia a los
colores litúrgicos:
Morado:
simboliza el espíritu de vigilia de este tiempo… “estad preparados”.
Verde: simboliza
la esperanza.
Rojo y rosa:
simboliza la alegría por la cercanía del nacimiento de Jesucristo.
Blanco: es el
color de la presencia de Dios.
El orden de encender las velas es: 1º morado, 2º
verde, 3º rojo y 4º blanco (se puede añadir una quinta vela, que se encendería
en Nochebuena); dentro de los colores, puede sustituirse alguno de ellos por el
rosado (morado y blanco) para el tercer domingo de Adviento (Domingo de la
alegría o “gaudete”).
La forma circular
El círculo no tiene principio ni fin.
La corona de Adviento se dispone en forma circular,
figura geométrica perfecta, como símbolo de que Dios no tiene principio ni fin,
así como su amor a la humanidad.
Es señal del amor de Dios que es eterno, sin principio
y sin fin, y también de nuestro amor a Dios y al prójimo que nunca debe de
terminar.
Las ramas verdes
Verde es el color de esperanza y vida, y Dios quiere
que esperemos su gracia, el perdón de los pecados y la gloria eterna al final
de nuestras vidas. El anhelo más importante en nuestras vidas debe ser llegar a
una unión más estrecha con Dios, nuestro Padre.
Las cuatro velas
Nos hace pensar en la obscuridad provocada por el
pecado que ciega al hombre y lo aleja de Dios. Después de la primera caída del
hombre, Dios fue dando poco a poco una esperanza de salvación que iluminó todo
el universo como las velas la corona. Así como las tinieblas se disipan con
cada vela que encendemos, los siglos se fueron iluminando con la cada vez más
cercana llegada de Cristo a nuestro mundo.
Son cuatro velas las que se ponen en la corona y se
prenden de una en una, durante los cuatro domingos de adviento al hacer la
oración en familia.
Las manzanas rojas que
adornan la corona representan los frutos del jardín del Edén con Adán y Eva que
trajeron el pecado al mundo pero recibieron también la promesa del Salvador
Universal.
El listón rojo
representa nuestro amor a Dios y el amor de Dios que
nos envuelve.
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