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Cristo padeció por nosotros, dándonos ejemplo, a fin de que sigáis sus huellas. (1 Pedro 2, 21)
I. Para prepararte a la Natividad de Jesús, debes pensar en el amor que tuvo Él para nosotros. Su amor, según dicho de San Bernardo, ha sido tierno, fuerte y sabio. Nos ha amado tiernamente, se han conmovido sus entrañas a la vista de nuestras miserias;
¿le pagas tú con la misma moneda? ¡Ah! ¡soy insensible para con Vos, Salvador mío; os veo transido de frío en el pesebre y mi corazón no se conmueve!
II. El amor de Jesús ha sido fuerte. Para hacerme bien, soportó los suplicios más crueles; sufrió la muerte misma. Y yo, mi Divino Jesús, yo os amo cuando nada hay que sufrir, pero ante la menor dificultad ¡me niego! y sin embargo, ¿qué cosa hay más fácil que amaros?
No todo el mundo puede ayunar, velar o hacer limosna; pero todo el mundo puede amar a Dios. Para esto no hay necesidad de ser sabio, de tener salud ni ingenio: basta tener corazón. ¿Qué cosa más dulce que amar a un objeto infinitamente amable?
III. Jesús nos ha amado sabiamente, mostrándonos el camino del paraíso.
Nos ha amado para la eternidad; así, no se apena por procurarte las comodidades de esta vida. ¿Amas tú de este modo? Es odiarse amar los placeres; es amar santa y sabiamente al cuerpo y al alma, rehusarles los placeres criminales que deben hacerlos desgraciados para siempre.
Amas a tus riquezas, a tus padres, a tus amigos; amas todo lo que posees ¡y no sabes amarte a ti mismo! Sé tú más querido para ti mismo que tus bienes (San Euquerio).
ORACIÓN:
Haced, os lo suplicamos, oh Dios omnipotente, que el nuevo nacimiento según la carne de vuestro Hijo unigénito, nos libre de la antigua servidumbre a que nos tiene sujetos el pecado. Por J. C. N. S. Amén
Martirologio Romano.
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