Sean malditos por la tierra y el cielo y por
todas las bestias. Esas criaturas obedecen y glorifican a Dios, mientras que
ellos le han rehuido.
Aquel que comió de mi pan planeó la traición
contra mí son todos aquellos que en el presente me traicionan, no los que han
sido ni los que serán.
Digo
también que no es sólo una persona sino mucha gente.
Afrentosamente, han descartado las ropas con las
que Yo cubrí el alma, es decir,
UNA FE ORTODOXA*.
ORTODOXO, ORTODOXA*
SIGNIFICADO: TRADICIONAL
Que sigue fielmente los principios de una doctrina o
que cumple unas normas o prácticas tradicionales
Ten por norma las palabras
sanas que oíste de mí en la fe…” (2 Tim. 1,3).
Consistente con las enseñanzas y el método de Cristo y
de los apóstoles, los Padres señalan la necesidad de preservar puro e
inmaculado el depósito de la revelación. “La religión no se debe
buscar” dice San Agustín, “ni en la confusión del paganismo”, ni en la mancilla
de la herejía, ni en el letargo del cisma, ni en la ceguera del judaísmo, sino sólo
entre aquéllos que se llaman cristianos católicos, o los ortodoxos, es decir,
los custodios de la sana doctrina y seguidores de la recta enseñanza”. (De Vera
Relig., cap. V). San Fulgencio escribe: “Me regocijo de que seas
solícito por la verdadera fe sin mancha de perfidia, sin la cual la conversión
no sirve de nada ni puede existir” (De Vera Fide ad Petrum, Proleg).
La Iglesia, igualmente, en su celo por la pureza de la
fe y enseñanzas, se ha adherido rigurosamente al ejemplo dado por los Apóstoles
y primeros Padres.
Esto se
manifiesta en toda su historia, pero especialmente en los defensores de la fe
como San Atanasio, en los concilios, condenas de herejías y sus definiciones de
la verdad revelada.
Es una doctrina definida de la Iglesia que la fe ortodoxa
es requisito para la salvación. “Quien quiera salvarse”, declara el
Credo de San Atanasio, “debe primero que todo mantener integra
e inviolada la fe católica, sin la cual seguramente se perderá eternamente”. Numerosos concilios y decisiones papales han reiterado
este dogma.
El
Libro de las Revelaciones Celestiales
Santa
Brígida de Suecia
LA VIRGEN MARÍA DICE A
SANTA BRÍGIDA CÓMO LOS SACERDOTES FACULTADOS PUEDEN ABSOLVER, POR MALOS QUE
ELLOS SEAN: COMPÁRALOS LA VIRGEN A UN PORTERO LEPROSO.
Capítulo 36
LIBRO 4
Ve, hija mía, dice la Virgen, a aquel que tiene
potestad de absolver, que aun cuando está leproso, al fin es portero, y si
tiene las llaves, puede abrir la puerta, como si estuviera sano. Lo mismo
acontece con la absolución y con el Sacramento del altar, que cualquiera que
sea el ministro, si tiene las debidas facultades, puede absolver los pecados.
Con todo, le dirás a ese de mi parte dos cosas: la
primera es, que no tendrá lo que carnalmente ama y desea; y la segunda es, que
su vida acabará muy pronto. Y como la hormiga que de día y noche está llevando
grano, suele caerse al acercarse a la boca del hormiguero y queda muerta a la
entrada, estando el grano fuera; así él morirá, cuando comenzare a gozar el
fruto de su trabajo, y será castigado y confundido por su inútil empeño.
CUÁN EDIFICANTES DEBEN SER
LOS MINISTROS DEL SEÑOR PARA PODER GANAR ALMAS.
Capítulo 37
LIBRO 4
Los amigos de Dios, dice la Virgen, son como las dos
hojas de la puerta por donde han de entrar los demás, y así ha de cuidarse que
no tengan aspereza alguna, ni cosa que estorbe la entrada. Estas dos hojas de
la puerta significan las costumbres morigeradas y buenas que deben tener los
amigos de Dios, las obras de virtud que han de ejercitar, y las palabras de
edificación que han de decir y enseñar. Deben, pues, evitar toda aspereza,
murmuración, chocarrería, y toda tendencia del mundo, porque será causa de que
no entren por esa puerta los que deban, o que después de entrar, la miren con
horror.
PALABRAS DEL SEÑOR A LA
ESPOSA SOBRE LA ADHESIÓN A LA NUEVA LEY; SOBRE CÓMO ESA MISMA LEY ES AHORA
RECHAZADA Y DESESTIMADA POR EL MUNDO; SOBRE CÓMO LOS MALOS SACERDOTES NO SON
SACERDOTES DE DIOS SINO TRAIDORES DE DIOS, Y ACERCA DE SU MALDICIÓN Y CONDENA.
Capítulo 47
LIBRO 1
Yo soy el Dios que, en un tiempo, fui llamado el Dios
de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Yo soy el Dios que di la Ley a
Moisés. Esta Ley era como una vestidura. Igual que una madre embarazada prepara
los vestidos para su niño, así Dios preparó la Ley, que era como la ropa,
sombra y señal de los tiempos venideros. Yo me vestí y me envolví a mí mismo
con las vestiduras de la nueva Ley.
Cuando un niño crece, sus ropas son cambiadas por
otras nuevas.
De igual manera, cuando las vestiduras de la Vieja Ley
estaban a punto de ser abandonadas, Yo me vestí con la nueva ropa, o sea, con
la Nueva Ley, y se la di a todos lo que quisieron tenerme a mí y a mi ropaje.
Esta ropa no es ni muy apretada ni difícil de llevar sino que está bien
proporcionada por todas partes. No obliga a las personas a ayunar o a trabajar
demasiado, ni a matarse, ni a hacer nada que esté más allá de los límites de
sus posibilidades, sino que es provechosa para el alma y conducente a la
moderación y castigo del cuerpo.
Porque, cuando el cuerpo se adhiere demasiado al
pecado, este pecado consume al cuerpo.
Dos cosas pueden hallarse en la Nueva Ley.
Primera, una prudente templanza y el recto uso de
todos los bienes espirituales y físicos.
Segunda, una gran facilidad para mantenerse en la Ley
por el hecho de que, una persona que no puede mantenerse en un estado, puede
quedarse en el otro. Aquí uno puede ver que una persona que no podía vivir
celibato, todavía puede vivir en un matrimonio con honor, podía levantar otra
vez y seguir. Pero, ahora Mi ley esta rechazada y despreciada.
La gente dice que la Ley es demasiado estrecha, pesada
y nada atractiva. La llaman estrecha porque nos obliga a contentarnos con lo
que es necesario y a abandonar lo que es superfluo. Pero ellos quieren tener de
todo más allá de la razón y más de lo que el cuerpo puede acarrear, como si fueran
reses. Es por esto que les parece muy apretada o estricta.
En segundo
lugar, dicen que es pesada porque la Ley dice que uno debe ser indulgente con
los deseos de placer ateniéndose a la razón y en momentos determinados. Pero
ellos quieren ser indulgentes con el placer más de lo que les conviene y más
allá de lo delimitado.
Tercero, dicen que no es atractiva porque la Ley les
ordena que amen la humildad y que atribuyan a Dios todo lo bueno. Quieren ser
orgullosos y ensalzarse a sí mismos por los buenos regalos que Dios les ha
dado, y es por esto que la Ley no es atractiva para ellos.
¡Mira cómo desprecian
ellos las vestiduras que Yo les di!
Yo terminé con las formas
antiguas e introduje las nuevas para que duraran hasta el día en que Yo
volviera para el Juicio, porque los viejos caminos eran demasiado difíciles.
Pero ellos, afrentosamente, han descartado las ropas
con las que Yo cubrí el alma, es decir, UNA
FE ORTODOXA.
Encima de todo eso, añaden pecado a pecado porque
también quieren traicionarme. ¿No dice David en el Salmo ‗Aquel que comió de mi pan planeó la traición contra mí‘?
Yo quiero que anotes dos cosas en estas palabras.
Primero, él no dice ―planea‖ sino ―planeó‖, como si fuera algo ya pasado.
Segundo, él apunta sólo a un hombre como el traidor.
Sin embargo, Yo digo que
son todos aquellos que en el presente me traicionan, no los que han sido ni los
que serán, sino aquellos que aún están vivos.
Digo
también que no es sólo una persona sino mucha gente. Pero tú me
puedes preguntar: ‗¿No hay dos tipos de pan, uno invisible y espiritual
en el que viven los ángeles y los santos y otro que pertenece a la tierra,
mediante el cual se alimentan los hombres? ¿Pero, si ángeles y santos no desean
nada que no esté de acuerdo con tu voluntad, y los hombres no pueden hacer nada
que tú no aceptes, cómo pueden traicionarte?‘
En presencia de mi Corte Celestial, que sabe y ve todo
en mí, respondo por tu bien, de forma que puedas comprender
: Hay, de hecho, dos tipos de pan.
Uno que es de los ángeles, que comen mi pan en mi
Reino y están colmados de mi gloria indescriptible. Ellos no me traicionan
porque no quieren nada más que lo que yo quiero. Pero aquellos que toman mi pan en el altar me traicionan.
Yo soy verdaderamente ese pan. Tres cosas se pueden
percibir en ese pan: la forma, el sabor y la redondez. Yo soy, de hecho, ese
pan y –al igual que el pan—tengo tres cosas en mí: sabor, forma y redondez.
Sabor, porque todo es insípido, insustancial y carente de sentido sin mí, lo
mismo que una comida sin pan no tiene sabor y no es nutritiva. Yo también tengo
la forma del pan, en cuanto que Yo soy de la tierra.
Soy de la Madre Virgen, mi Madre es la de Adán, Adán
es de la tierra. También tengo redondez en cuanto que no existe principio ni
fin, porque yo no tengo ni principio ni fin. Nadie puede encontrarle un fin o
un principio a mi sabiduría, a mi poder o caridad. Yo estoy en todas las cosas,
sobre todas las cosas y más allá de todas las cosas. Aún si alguien volara
perpetuamente como una flecha, sin parar, nunca encontraría un final o un
límite a mi poder y a mi fuerza. A través de esas cosas, sabor, forma y
redondez, Yo soy el pan que parece y sabe a pan en el altar, pero que se
transforma en mi cuerpo que fue crucificado. Igual que cualquier materia
fácilmente inflamable es rápidamente consumida cuando se coloca en el fuego, y
no queda nada de la forma de la madera sino que todo se convierte en fuego, así
también sucede cuando se dicen estas palabras:
‗Éste es mi Cuerpo‘, lo que antes era pan se convierte
inmediatamente en mi cuerpo. Se hace una llama, no mediante el fuego como con
la madera sino mediante mi divinidad. Por ello, aquellos que comen mi pan me
traicionan ¿Qué clase de asesinato puede ser más aborrecible que cuando alguien
se mata a sí mismo? ¿O qué traición podría ser peor que cuando, entre dos
personas unidas por un vínculo indisoluble, como una pareja de casados, una
traiciona a la otra? ¿Qué hace uno de los esposos para traicionar al otro? Él
le dice a ella, a modo de engaño: ‗¡Vamos a tal y tal sitio, de forma que yo
pueda hacer mi porvenir contigo!‘
Ella va con él en toda la simplicidad, preparada para
satisfacer cualquier deseo de su marido. Pero, cuando él encuentra la
oportunidad y el lugar, arroja contra ella tres armas traicioneras. O bien
emplea algo lo suficientemente pesado como para matarla de un golpe, o lo
suficientemente afilado como para rebanar exactamente sus órganos vitales, o
algo tan asfixiante que sofoca directamente en ella el espíritu de vida.
Entonces, cuando ella ha muerto, el traidor piensa para sus adentros: ‗Ahora he
obrado mal. Si mi crimen sale a la luz y se hace público, seré condenado a
muerte‘. Entonces él se lleva el cuerpo de la mujer a algún
lugar escondido, de forma que su pecado no sea descubierto.
Esta
es la forma en la que soy tratado por los sacerdotes que me traicionan. Porque ellos y
yo estamos unidos mediante un solo vínculo cuando ellos toman el pan y,
pronunciando las palabras, lo transforman en mi verdadero Cuerpo, que yo recibí
de la Virgen.
Ninguno
de los ángeles puede hacer esto. Yo les he dado sólo a los sacerdotes esa dignidad y
les he seleccionado de entre las más altas órdenes. Pero ellos me tratan como
traidores. Ponen una cara feliz y complaciente para mí y me llevan a un lugar
escondido en el que puedan traicionarme. Estos sacerdotes ponen cara de
felicidad, aparentando ser buenos y simples. Me llevan a la cámara escondida
cuando se acercan al altar. Allí Yo soy como la novia o la recién casada,
dispuesta a complacer todos sus deseos y, en lugar de eso, me traicionan.
Primero me golpean con algo pesado, cuando el Oficio
Divino, que ellos recitan para mí, se vuelve pesaroso y cargante para ellos. De
buena gana dirían cien palabras para el bien del mundo que una sola en mi
honor. Antes darían cien lingotes de oro por el bien del mundo que un solo
céntimo en mi honor. Trabajarían cien veces por su propio beneficio antes que
una sola vez en mi honor. Ellos me presionan con este pesado fardo, tanto que
es como si estuviese muerto en sus corazones. En segundo lugar, me atraviesan
como con una afilada cuchilla que penetra mis órganos vitales cada vez que un
sacerdote sube al altar, sabiendo que ha pecado y se arrepiente, pero está
firmemente decidido a volver a pecar una vez que ha terminado su oficio. Éste
dice para sus adentros: ‗Yo, de hecho, me arrepiento de mi pecado, pero no
pienso dejar a la mujer con la que he pecado hasta que ya no pueda pecar más‘. Esto me
perfora como la más afilada de las cuchillas.
Tercero, es como si asfixiaran mi Espíritu cuando piensan
para sus adentros: ‗Es bueno y agradable estar en el mundo, es bueno ser
indulgente con los deseos y no me puedo contener. Haré eso mientras sea joven
y, cuando me haga mayor ya me abstendré y enmendaré mis caminos. Por este
perverso pensamiento ellos sofocan el espíritu de la vida. ¿Pero cómo sucede
esto? Pues bien, el corazón de éstos se vuelve tan frío y tibio hacia mí y
hacia cada virtud que nunca más puede ser calentado o renacer a mi amor.
Igual que el hielo no coge fuego ni aunque se sostenga
encima de una llama sino que tan solo se derrite, de la misma manera, aún si Yo
les di mi gracia y ellos escuchan palabras de advertencia, no vuelven a
levantarse a la forma de la vida, sino que apenas crecen estériles y flojos
respecto de cada una de las virtudes. Y así me traicionan en que aparentan ser
simples cuando, en realidad, no lo son, y están deprimidos y disgustados a la
hora de darme la gloria, en lugar de regocijarse en ello, y también en que
intentan pecar y continúan pecando hasta el final.
También me ocultan, por decirlo de alguna manera, y me
colocan en un lugar escondido, cuando piensan en sus adentros: ‗Sé que he
pecado, pero si me abstengo de realizar el Oficio, seré avergonzado y todos me
van a condenar‘. Así que, imprudentemente, suben al altar y me manejan a mí,
verdadero Dios y verdadero hombre. Estoy como si me hallara con ellos en un
lugar escondido, puesto que nadie sabe ni se da cuenta de lo corruptos y
sinvergüenzas que son.
Yo, Dios, estoy ahí tendido frente a ellos como en un
encubrimiento, porque, aún cuando el sacerdote es el peor de los pecadores y
pronuncia estas palabras ―Este es mi Cuerpo‖, él aún consagra mi Verdadero Cuerpo, y Yo, Verdadero
Dios y Hombre, me tiendo ahí ante él. Cuando me pone en su boca, sin embargo,
Yo ya no estoy presente para él en la gracia de mis naturalezas divina y humana
–sólo queda para él la forma y el sabor del pan—no porque yo no esté realmente
presente para los perversos igual que para los buenos, debido a la institución
del Sacramento, sino porque los buenos y los perversos no lo reciben con el
mismo efecto.
Mira, ¡esos sacerdotes no
son mis sacerdotes sino, en realidad, mis traidores! Ellos también
me venden y me traicionan, como Judas. Yo miro a los paganos y a los judíos
pero no veo a nadie peor que estos sacerdotes, dado que han caído en el pecado
de Lucifer. Ahora, déjame decirte su sentencia y a quién se asemejan. Su
sentencia es la condena. David condenó a aquellos que desobedecían a Dios, no
por ira o por mala voluntad ni por impaciencia sino debido a la divina
justicia, porque él era un honrado profeta y rey. Yo, también, que soy mayor
que David, condeno a estos sacerdotes, no por la ira ni la mala voluntad sino
por la justicia.
Maldito
sea todo lo que toman de la tierra para su propio provecho, porque no alaban a
su Dios y Creador que les dio esas cosas.
Maldito
sea el alimento y la bebida que entra por sus bocas y que alimenta sus cuerpos
para que se conviertan en alimento de los gusanos y destinen sus almas al
infierno.
Malditos
sean sus cuerpos, que se levantarán de nuevo en el infierno para ser abrasados
sin fin.
Malditos
sean los años de sus vidas inútiles.
Maldita
sea su primera hora en el infierno, que nunca terminará.
Malditos
sean por sus ojos, que vieron la luz del Cielo.
Malditos
sean por sus oídos que oyeron mis palabras y permanecieron indiferentes.
Malditos
sean por su sentido del gusto, por el cual paladearon mis manjares.
Malditos
sean por su sentido del tacto, mediante el cual me manejaron.
Malditos
sean por su sentido del olfato, por el cual olieron exquisitos aromas y me
descuidaron a Mí, que soy el más exquisito de todos.
Ahora,
¿Cómo son exactamente malditos? Pues
bien, su visión está maldita porque no disfrutarán de la visión de Dios en sí
sino que tan solo verán sombras y castigos del infierno.
Sus
oídos están malditos porque ellos no oirán mis palabras sino tan sólo el clamor
y los horrores del infierno.
Su
sentido del gusto está maldito, porque no degustarán los bienes y el gozo
eternos sino la eterna amargura.
Su
sentido del tacto está maldito, porque no conseguirán tocarme sino tan sólo al
fuego perpetuo.
Su
sentido del olfato está maldito, porque no olerán ese dulce aroma de mi Reino,
que sobrepasa a todas las esencias, sino que sólo tendrán el hedor del
infierno, que es más amargo que la bilis y peor que sulfuro.
Sean
malditos por la tierra y el cielo y por todas las bestias.
Esas
criaturas obedecen y glorifican a Dios, mientras que ellos le han rehuido.
Por ello, Yo prometo por la verdad, Yo que soy la
Verdad, que si ellos mueren así, con esa disposición, ni mi amor ni mi virtud
les cubrirá. Por el contrario, serán condenados para siempre.
SOBRE CÓMO, EN PRESENCIA
DE LA CORTE CELESTIAL Y DE LA ESPOSA, LA DIVINA NATURALEZA HABLA A LA
NATURALEZA HUMANA CONTRA LOS CRISTIANOS, IGUAL QUE DIOS HABLÓ A MOISÉS CONTRA
EL PUEBLO; SOBRE LOS
SACERDOTES CONDENABLES, QUE AMAN EL MUNDO Y DESPRECIAN A CRISTO, Y SOBRE SU
CASTIGO Y MALDICIÓN.
Capítulo 48
La Corte Celestial fue vista en el Cielo y Dios les
dijo: ―Mirad,
por el bien de esta esposa mía, aquí presente, que me dirijo a vosotros, amigos
míos que me estáis escuchando, vosotros que sabéis, comprendéis y veis todo en
mí. Como si alguien hablase consigo mismo, mi naturaleza humana le va a hablar
a mi naturaleza divina.
Moisés estuvo con el Señor en la montaña cuarenta días
y cuarenta noches. Cuando el pueblo vio que él se había marchado por largo
tiempo, tomaron oro, lo fundieron en el fuego y crearon con él un becerro al
que llamaron su dios. Entonces, Dios le dijo a Moisés: ‗El
pueblo ha pecado. Los eliminaré, igual que se borran las letras de un libro‘.
Moisés respondió: ‗¡No lo hagas Señor! Recuerda cómo los guiaste desde el Mar Rojo y obraste
maravillas por ellos. ¿Si los eliminas, dónde quedará entonces tu promesa? No
lo hagas, te lo ruego, pues tus enemigos dirán: El Dios de Israel es malvado,
condujo a la gente desde el mar y los mató en el desierto‘. Y Dios se
aplacó con estas palabras.
Yo soy Moisés, figuradamente hablando. Mi naturaleza
divina habla a mi naturaleza humana, igual que lo hizo con Moisés, diciéndole:
‗¡Mira lo que ha hecho tu pueblo, mira cómo me han despreciado! Todos los
cristianos morirán y su fe quedará borrada‘. Mi naturaleza humana responde: ‗No,
Señor. ¡Recuerda cómo dirigí al pueblo a través del mar por mi sangre, cuando
fui apaleado desde la planta de mis pies hasta la coronilla de mi cabeza! Yo
les prometí la vida eterna. ¡Ten misericordia de ellos, por mi pasión!
Cuando la naturaleza divina oyó esto, se apiadó de él
y le dijo: ‗¡Así sea, pues se te ha dado todo el juicio!‘. ¡Fijaos cuánto amor,
amigos míos!
Pero ahora, en vuestra presencia, mis amigos
espirituales, mis ángeles y santos, y en presencia de mis amigos corpóreos, que
están en el mundo aunque sólo lo están en su cuerpo, me lamento de que mi gente
esté acumulando leña, encendiendo una hoguera y arrojando oro en ella de la que
emerge un becerro para que ellos lo adoren como a un dios. Como un becerro, se
sostienen a cuatro patas y tienen una cabeza, una garganta y un rabo.
Cuando Moisés se retrasaba en la montaña, la gente
decía:
‗No sabemos qué ha podido ocurrirle‘. Se lamentaron
de que les hubiese guiado para salir de su cautiverio y dijeron:
‗¡Vamos a hacer otro dios que nos dirija!‘. Así es como estos malditos sacerdotes me están tratando
ahora. Ellos dicen: ¿Por qué vivimos una vida más austera que los demás?
¿Cuál es nuestra compensación? Estaríamos mejor si viviéramos sin
preocupaciones, en la abundancia. ¡Vamos, pues, a amar al mundo del cual
tenemos certeza! Al fin y al cabo, no estamos seguros de su promesa‘. Así, reúnen
leña, o sea, aplican todos sus sentidos a amar al mundo. Encienden una hoguera
cuando todo su deseo es para el mundo, y arden a medida que crece su codicia en
su mente y termina resultando en obras.
Después, le arrojan oro, que significa que todo el
amor y respeto que me deberían profesar lo dedican a obtener el respeto del
mundo. Entonces, emerge el becerro, es decir, el amor total del mundo, con sus
cuatro patas de indolencia, impaciencia, alegría superflua y avaricia. Estos
sacerdotes, que deberían ser míos, sienten pereza a la hora de honrarme,
impaciencia ante el sufrimiento, se exceden en vanas alegrías y nunca se
conforman con lo que consiguen. Este becerro también tiene una cabeza y una
garganta, es decir, un deseo de glotonería que nunca se aplaca, ni aunque se
tragara el mar entero.
El rabo del becerro es su malicia, pues no dejan que
nadie mantenga su propiedad, extorsionan siempre que pueden.
Por su ejemplo inmoral y su desprecio, hieren y
pervierten a los que me sirven. Así es el amor al becerro que hay en sus
corazones, y en él se regocijan y deleitan. Piensan en mí igual que aquellos
hicieron con Moisés: ‗Se ha ido por mucho tiempo –dicen--. Sus
palabras parecen sin sentido y trabajar para él es muy pesado. ¡Hagamos lo
que nos de la gana, dejemos que nuestras fuerzas y placeres sean nuestro dios! ¡No se
contentan, tampoco, quedándose ahí y olvidándome por completo sino que, encima,
me tratan como a un ídolo!
Los
gentiles acostumbraban a adorar pedazos de madera, piedras y personas muertas.
Entre otros, adoraban a un dios cuyo nombre era Belcebú. Sus sacerdotes le
ofrecían incienso, genuflexiones y gritos de alabanza. Todo lo que era inútil
en su ofrenda de sacrificios se arrojaba al suelo y las aves y moscas se lo
comían. Pero los sacerdotes solían quedarse con todo aquello que pudiera
resultarles útil. Entonces, echaban un cerrojo a la puerta de su ídolo y
guardaban la llave personalmente, de forma que nadie pudiese entrar.
PROCESIÓN EN LA BASÍLICA DE SAN PEDRO
PARA LA DIOSA MADRE TIERRA PACHAMAMA
PARA LA DIOSA MADRE TIERRA PACHAMAMA
Así
es como los sacerdotes me tratan en estos tiempos.
Me
ofrecen incienso, o sea, hablan y predican bellas palabras a la gente para
conseguir respecto hacia sí mismos y provechos temporales, pero no por amor a mí.
Y lo mismo que no se puede sujetar el aroma del incienso, aunque lo huelas y lo
veas, tampoco sus palabras tienen efecto alguno en las almas como para echar
raíces y mantenerse en sus corazones, sino que son palabras que sólo se oyen y
complacen pasajeramente.
Ofrecen oraciones, pero no todas son de mi agrado.
Como quien grita alabanzas con sus labios pero
mantiene su corazón callado, se mantienen cerca de mí rezando con los labios
pero en el corazón merodean por el mundo.
Sin embargo,
cuando hablan con una persona de rango, mantienen su mente en lo que dicen para
no cometer errores que podrían ser observados por otros.
En mi presencia, sin embargo, los sacerdotes son como
hombres atontados que dicen una cosa con la boca y tienen otra en el corazón.
La persona que los escuche no puede tener certeza
sobre ellos.
Doblan sus rodillas ante mí, es decir, me prometen humildad y obediencia, pero
en realidad son tan humildes como Lucifer.
Obedecen a sus propios deseos, no a mí. También me
encierran y se guardan la llave personalmente. Se abren a mí y me ofrecen
alabanzas cuando dicen ‗¡Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo!‘
Pero después me vuelven a encerrar al poner en práctica sus propios deseos,
mientras que los míos se vuelven como los de un hombre preso e impotente porque
no puedo ser visto ni oído.
Ellos guardan
la llave personalmente en el sentido de que, por su ejemplo, también conducen
al extravío a los que quieren seguir mi voluntad y, si pudieran, evitarían que
saliera mi voluntad y se cumpliese, excepto cuando
ésta se ajustase a su propio deseo.
Se quedan con todo lo que, en las ofrendas de
sacrificios, es útil para ellos y exigen todos sus derechos y privilegios. Sin
embargo, parecen considerar inútiles los cuerpos de las personas que caen al
suelo y mueren. Para ellos están obligados a ofrecer el sacrificio más
importante, pero los dejan ahí para las moscas, o sea, para los gusanos. No se
preocupan ni se molestan por los derechos de esas personas ni por la salvación
de las almas.
¿Qué fue lo que se dijo a Moisés? ‗¡Mata a los que
hicieron este ídolo!‘ Algunos fueron eliminados, pero no todos. Así
pues, mis palabras vendrán ahora y los matarán, a algunos en cuerpo y en alma a
través de la condenación eterna; a otros en vida, para que se conviertan y
vivan; otros aún mediante una muerte repentina, al tratarse de sacerdotes que
me son totalmente odiosos .
¿Con qué los voy a comparar? De hecho son como los
frutos del brezo, que por fuera son bonitos y rojos pero por dentro están
llenos de impurezas y de espinas.
Igualmente, estos hombres acuden a mí como rojos de
caridad y a la gente le parecen puros, pero por dentro están llenos de
porquería. Si estos frutos se colocan en el suelo, de ellos salen y crecen más
brotes de brezo. Así, estos hombres esconden su pecado y su maldad de corazón
como en el suelo, y se vuelven tan arraigados en la maldad que ni siquiera se
avergüenzan de mostrarse en público y alardear de su pecado. Por ellos, otras
personas no sólo hallan ocasión de pecar sino que quedan seriamente dañadas en
su alma, pensando para sus adentros: ‗Si
los sacerdotes hacen esto, más lícito será que lo hagamos nosotros‘.
Ocurre, así, que no sólo se parecen a la fruta del
bierzo sino también a sus espinas, en el sentido de que éstos desdeñan ser
movidos por la corrección y la advertencia. Piensan que no hay nadie más sabio
que ellos y que pueden hacer lo que les parezca.
Por
lo tanto, juro por mis naturalezas divina y humana, en la audiencia de todos
los ángeles, que atravesaré la puerta que ellos han cerrado de mi voluntad.
Mi
voluntad se cumplirá y la suya será aniquilada y encerrada en un castigo sin
fin. Entonces, como se dijo antiguamente, mi juicio comenzará
con mi clero y desde mi propio altar.
ADVERTENCIA DE FIELES SOBRE EL SINODO EN ROMA
CONCLAVE INVALIDO O HEREJIA INFORME PRE-SINODAL
Un documento recomienda al Sínodo Panamazónico que se considere
la ordenación sacerdotal de hombres indígenas casados, ancianos y respetados.
Habrá sacerdotes indígenas casados en la Amazonia .,Dice también que habrá un
“ministerio oficial para las mujeres”.
SACERDOTES CASADOS: LA IGLESIA CATÓLICA DEBATE LA ORDENACIÓN DE
HOMBRES CASADOS EN EL SÍNODO AMAZÓNICO
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ENLACES
Monseñor Viganó lamenta que los
obispos y sacerdotes sean ‘perros mudos’
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Cardenal
Robert Sarah:
«La Iglesia ha caído en la oscuridad del Viernes Santo»
QUE SEPAN LOS HOMBRES, CUÁNTA REVERENCIA Y PUREZA NECESITAN LOS QUE TRATAN AHORA LA MISMA VERDAD Y SIN ELLAS, ES DE TEMER LA CONDENACIÓN
El
libro de las Revelaciones Celestiales
Santa Brígida
de Suecia
EL DÍA 1 DE MARZO DE 1989, EN LA
IGLESIA DEL SANTÍSIMO NOMBRE DE MARÍA DE ROMA, EL PAPA JUAN PABLO II DIJO LO
SIGUIENTE:
"... POR LO TANTO, UNA VEZ MÁS YO
OS ADVIERTO DE TODAS LAS FORMAS DE INFAMIA, COMO POR EJEMPLO LA PROHIBIDA
COMUNIÓN EN LA MANO..."
"... YO NO REVOQUÉ LO QUE UNO DE
MIS PREDECESORES (PABLO VI) DIJO ACERCA DE ELLO (COMUNIÓN EN LA BOCA). ELLO
SUCEDE BAJO VUESTRA RESPONSABILIDAD, MIS QUERIDOS OBISPOS DE OTRAS DIÓCESIS, Y
PIDO QUE RECONOZCAIS A TIEMPO CUAN EQUIVOCADO ES VUESTRO CAMINO..."
"... SOLO PERMITIRÈ LA COMUNIÓN EN
LA LENGUA Y DE RODILLAS. CUALQUIER OTRA COSA IMPORTADA Y EXTENDIDA POR FORANEOS
ESTÀ PROHIBIDA. OS DIGO ESTO COMO OBISPO VUESTRO".
S.S.JUAN PABLO II.
DESDE ENTONCES NINGÚN PAPA HA
MANIFESTADO LO CONTRARIO.
El Papa JUAN PABLO II renovó la
prohibición de comulgar en la mano en Roma y en toda Italia.
Negó varias veces la Comunión en la
mano a personas que se la pedían, (aún a la esposa del presidente de Francia
Giscard d’Estaign.) Y en su visita a Alemania declaró:
“No estoy de acuerdo con los decretos
que autorizan la Comunión en la mano.”
EUCARISTÍA LA VERDAD COMO COMULGAR
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